LA LITERATURA FANTÁSTICA DE CAROLINA CANESE

En esta edición 63 del Río de Heráclito, publicamos una entrevista a  una de las novelistas paraguayas más jóvenes, Carolina Canese.  Hace 11 años Caro publicaba «No te vayas Soledad». En esta edición del Río  además de una entrevista donde nos cuenta de su relación con la literatura, nos acerca un cuento fantástico que no rehuye a la problemática social pero que logra encontrar tangentes fantásticas en su resolución.

Para concluir esta edición femenina del Río, publicamos un video con extractos de la conferencia «La Mujer en la historia del Paraguay» de la historiadora alemana Bárbara Potthas realizada en el 2009 en el Instituto Cultural Paraguayo Alemán, sin desperdicios lo que nos cuenta la Potthas sobre la situación de la mujer en época de Francia y los López …como para pensarlo a días de conmemorar nuestro Bicentenario. El material forma parte de una serie de conferencias sobre historia paraguaya de connotad@s historiador@s internacionales  que ésta Editorial por medio de El (otro) Canal y del Río de Heráclito divulgará en conmemoración del Bicentenario Nacional.

     Entrevista a Carolina Canese – Escritora Paraguaya

Carolina Canese: Nació en 1985. Estudia diseño gráfico en el I.S.B.A. Ha publicado la novela “No te vayas soledad”  en el 2000 por la Editorial El Ombligo del Mundo, inscribiéndose como la escritora paraguaya más joven del momento. Entre muchas otras cosas colabora en la edición de materiales para la mencionada Editorial. Musicalmente le gusta Radiohead, Coldplay y el Rock Nacional.

– Caro «No te vayas soledad» es tu primera novela publicada en el 2000. ¿Cómo ves ese trabajo ahora a la distancia?

Veo como un trabajo que produje con mucho esfuerzo, pero que afortunadamente, incluso después de varias versiones y también borradores, salió fresco. Y anhelo esos momentos en lo que podía compenetrarme tanto en lo que hacía: pensaba sólo en eso y escribia varios capítulos de seguido.
Por otro lado, noto ahora que en ese entonces me desnudé casi por completo, era tímida en público, pero por lo visto no escribiendo. Eso es algo que rescato hasta hoy y que espero poder lograr todavía, aún con las trabas que se adquieren al ir creciendo… ya que se piensa con más lógica y se tienen más cosas en la cabeza y por eso cuesta enfocarse tanto en una novela. Ser adolescente y querer escribir es algo muy valioso, ya que en esa época toda la energía se puede volcar mejor en una cosa, y sentir que es más un juego que un trabajo que va a ser evaluado.

 – Ya en aquella novela jugabas con lo fantástico, por ejemplo el capítulo «la cancha embrujada», en el cuento que ahora nos ofreces es como que lo fantástico se mezcla con problemas sociales, podés explicarnos un poco sobre este innovador coctail?

Me interesa que hayas notado eso. Si me pongo a pensar, mantuve esa esencia desde mi infancia, que se inclinaba hacia lo fantástico. Desde que recuerdo, tuve la tendencia de imaginar cosas despierta, y por ejemplo, de continuar mis sueños mentalmente durante toda la mañana, sobre todo cuando me parecían tan emocionantes que no podía dejar de recordar cada escena. Y eso hice antes de que empezara a escribir, y considero que fue algo crucial que marcó mi estilo.
Me gusta despegar un poco de la realidad y ofrecer algo diferente, sin dejar de relatar la cruda realidad al mismo tiempo. No quiero evadir lo que ocurre, y la fantasía no usaría para eso. Creo que ahí se genera el contraste que utilizo: usar fantasía sin evadir la realidad. Tomo a los problemas sociales como la realidad más sentida, menos esquivable, y el resto de la realidad (como los sucesos cotidianos o las observaciones de los personajes), permito que sea más fantasiosa, más extraña y onírica. De ese modo creo que se consigue una belleza inusual en el relato: se vuelve agridulce.

– ¿Cuales son tus influencias literarias?

Las que más recuerdo son las siguientes: José Mauro de Vasconcelos, con «Mi Planta de Naranja Lima», que cuando era una niña me conmovió mucho y me encantó el estilo con el que narró la historia. Más adelante, Julio Verne e Isaac Asimov, que me prendieron más la imaginación.
Siento una conexión muy especial con Mario Benedetti, a quien considero como un gran ejemplo del estilo vanguardista (con el que mejor me llevo); y por otro lado, tengo otra clase de conexión especial con Edgar Allan Poe, Kafka y Dostoievski, quienes estimulan mis ganas de escribir.
Me dejó un buen ejemplo de realismo mágico la escritora Laura Esquivel. A García Márquez le leo de a poco y todavía no descubro toda su maestría, pero mientras tanto me sirve de inspiración, ya que tiene una marca única que no logro cerrar. Me encantó su obra «Relato de un Náufrago», que quizás es la menos considerada por ser anterior a su fama y porque no fue sacada de su imaginación, pero para mí fue atrapante y sintética y noté en ella su «madera de escritor», como él mismo expresa en su autobiografía «Vivir para contarla».
También me influye mucho la poesía, sin encasillarme con ningún poeta en especial. Tengo la tendencia de escribir una prosa poética.
Reuniendo a todos esos escritores, y a la poesía en sí, noto que son algunas de mis principales influencias porque me gusta escribir de lo tierno a lo cruel, de lo cómico a lo trágico, de la fantasía (o ciencia ficción en algunos casos) a la realidad. Mezclar las cosas y contrastar, pero no siempre se dan esas combinaciones ni llegan a grandes extremos.

– ¿Para cuando el siguiente libro impreso?

Quizás suene cliché, pero es la verdad: exactamente eso mismo me estoy preguntando, jaja.
Creo que más se tarda en madurar un estilo literario, que envejecer hasta estar a punto de morir.
Estoy trabajando en una novela que tengo pendiente cada vez que puedo, pero quisiera poder dar más de mi parte.

 – Una última pregunta, ¿Cómo percibís la Literatura Paraguaya?

Es difícil describir en pocas líneas a la literatura paraguaya, y además tendría que leer a muchos autores más (de diversas corrientes, categorías y generaciones) para poder opinar con más propiedad; pero con lo que conocí hasta ahora, puedo decir que es una literatura que tiende a relatar mucho lo cotidiano, acerca de nuestra cultura popular y nuestros puntos más oscuros y también maravillosos, a veces llegando a ser fatalista y a veces dirigiénse hacia el sentido contrario al rebosar con la comicidad de las situaciones que viven los paraguayos. Eso indiscutiblemente le da una identidad muy característica, que parece partir del dolor que nos causa nuestra historia y a la vez del orgullo que nos da nuestra cultura única, de humor negro y nostalgia cómica. Por otro lado, noto que con estas últimas generaciones de escritores se está innovando y empezando a encaminar este arte hacia senderos muy diversos, y se están presentando estilos que tienen más fusiones y experimentos personales, tanto en poesía como en prosa, recurriendo a otro tipo de enfoque. Supongo que eso ocurre, en parte, porque hay más influencia de otras culturas, más comunicación masiva… pero nuestro sello sigue ahí, por nuestro modo de relatar y expresar las cosas, sean estas más o menos fatalistas que antes.

Entrevista realizada por Miguel Méndez

EL PODER Y LA DESDICHA

Por Carolina Canese

La luz atardecida de su lámpara le transmite calor, un calor que nada tiene que ver con los rayos del sol o el acurrucamiento del alma ante el amor… más bien un calor en la mente, que cuando tiene muchas ideas tensiona la frente y le lleva hacia el centro del mundo.

Estaba despierto mientras todos dormían. Todos, sí, porque trabajaban temprano o estudiaban o tenían alguna cosa importante que hacer. La sociedad en ese lugar sincronizaba prácticamente a la perfección. Él, en cambio, no podía hacerlo. “Tengo sed, pero sólo puedo consumir agua contaminada…”, fue lo que confesó una vez a un médico.

–         Jaja, y yo sólo puedo tomar cerveza – bromeó seriamente el especialista, sin sarcasmo.

–         Jaja…

–         Pero concuerdo con lo que usted dijo. El agua que nos llega es todo lo que hay. ¿Miró las noticias? Cada vez recibe más tratamientos, más químicos. Y al final, ¿se le va a poder seguir llamando agua?

–         Mm-hum….- acomodó sus lentes de sol. El médico miró curioso.

–         Bueno, esta es la época en la que estamos metidos… – Dijo suspirando, pensando enseguida en cualquier otra cosa, luego despertó- ¿Cuál es su consulta?

–         Es…

–         Ah, espere. ¿Su nombre?

–         Rafael Vega.

–         Estado civil, fecha de nacimiento…

–         Soltero, cuarenta años…

El médico anotó, y luego lo miró sonriendo:

–         ¿Dijo cuarenta? Jajaja…

–         Sí… – respondió Rafael, recordando resignado que ya no debía cometer ese error. Su memoria era pésima, pero sus sentidos…

–         ¿Cuarenta? – Serio.

–         Cuatro y cero, sí…

–         Disculpe, le pongo veinticinco, como máximo. Quizás treinta…

Rafael se mostró incómodo y luego lo miró impaciente, insinuándole hablar de otro tema. El médico no pudo decir más pero se quedó con la pregunta golpeando detrás de la mirada.

–         Es que… sufrí un accidente… – tuvo que decir, y jugó con los dedos sobre sus piernas- y… bueno, durante la cirugía, pasó ésto. Y… soy yo, pero no soy yo, ¿se entiende?

–         Ah… – respondió el médico mirándolo intrigado- Pero quedó muy bien, no parece que…

–         ¡Asi es! Ni se nota. Y no quiero decir que tengo menos edad, ¿comprende? Y asimismo, es agotador que siempre deba explicar a todos lo que me pasó porque de otra forma no pueden creerme.

–         Claro – Apretó los labios-. Bueno, pero más que lamentarse, debería agradecer. Quién no quisiera…

–         Si…

–         Muy bien, señor… ¿Cuál es su consulta?

–         Déjeme probarle con hechos lo que me ocurre…- dijo Rafael sacando del maletín una botella de plástico que contenía una sustancia líquida de color marrón negruzco, con pequeños restos blancos de cosas indefinibles y otras partículas más oscuras, nauseabundas y espumosas que flotaban casi al tope de la boca de la botella- ¿Se imagina qué es?

–         Mmmm… No dé vueltas. – Las mejillas se le endurecieron, asqueadas, y los labios se apretaron mucho más que antes.

–         Es agua contaminada.

–         ¿Y qué pasa con eso?

–         ¡Yo bebí esto!

–         ¡No puede ser! ¡Por favor! ¿Cómo pudo pasar?- Se exasperó el médico. Se podía concluir que probablemente tenía una debilidad ante las situaciones asquerosas, lo cual le extrañó a Rafael, acostumbrado a encontrar doctores muy apáticos respecto a las desgracias, las situaciones escalofriantes, repugnantes o riesgosas… Pero al fin había descubierto al tipo de ser humano que buscaba: sensible y curioso aún, vivo aún. Rafael lo miró preocupado, pero su alma estaba tranquila, no tenía por qué temer. El médico sí.

–         Pasa que… eso es secundario. Doctor… Vengo a consultar porque no me ha hecho nada. Puedo tomar el agua ahora mismo si desea y dejarle una muestra. Y verá que, nada… Pero lo que es peor, es que ya no me da el mismo resultado de antes.

–         ¿Qué resultado? ¡No tome más! ¿Está loco? – Se paró.

Rafael ya podía comprobar lo que temía: el médico era una persona tan convencional que no lograba asimilar de una manera más natural sucesos extraños como ese.

–         ¡Pero no me va a hacer nada! – dijo abriendo la botella.

Se quedó con la cara enojada y lo detuvo con un gesto firme de la mano. Abrió su cajón y se puso unos guantes.

–         ¡Cierre la botella! Entrégueme eso.

–         Pero Doctor…

–         No. No quiero pan y circo, niño. Váyase a su casa y descanse. Si sigue teniendo estos antojos de realizar bromas asquerosas, mejor no vuelva. – y con un tono severo, concluyó.- ¡Buen día!”

La lámpara seguía prendida. Él estaba apagado. Jamás podría dormir. Y quizás jamás podría morir. Jamás podría sentir como los demás, sentir algo, fuera lo que fuera. No era nadie, no había nacido, no había salido de otros seres como él. ¿Qué es, un hombre sin recuerdos, si ni siquiera es un hombre? Su aspecto humano, engañoso, le prometía que algún día sería humano. Por dentro, era más engañoso aún. En apariencia entendía todo y era parte del mundo y la cultura que le había tocado aprender, pero él, en realidad, se sentía inconcluso y no hacía más que repetir comportamientos y emociones. ¿Qué es Rafael? Resulta indefinible ya que ni si quiera él lo sabrá nunca.

Ha conseguido construir un pequeño tanque que aspira agua contaminada. Por las noches la recoge de los baldíos y las calles con baches que a veces son inesperados para los choferes y tripulantes que gritan eufóricos con cada salto brusco del auto en la carretera… ¡Parece divertido! Pero contradictoriamente una vez escuchó a un hombre quejarse acerca de cómo había quedado su auto luego de tantos tropiezos y entonces Rafael simplemente recordó que eso, por lo tanto, no era diversión, “era un accidente generado por la inoperencia de las autoridades municipales y la falta de quejas suficientes departe de los ciudadanos”, o algo así…

¿Cómo pasar desapercibido? Él concurre a los lugares más peligrosos de la ciudad, y ya que su apariencia, y puntualmente, su forma de mirar, se puede tornar tenebrosa, nadie, pero nadie, ni siquiera un loco con una pistola o una ametralladora, se ha atrevido a proceder a realizar algún tipo de ataque. Su mirada siempre fue la detonadora del miedo que siempre detuvo cualquier detonación.

Hoy no tiene ganas de salir. La lámpara le distrae, le ayuda a evadir lo que debe hacer. No quiere recoger su alimento, no tiene ánimo de pasar a través de esa travesía tediosa ni de enfrentar una vez más a esos inocentes e indefensos rostros humanos que ni se imaginan lo que les espera cerca de él. Pero no tiene salida, la única salida es abandonar su pasividad, enfrentar la realidad sin enfrentarla, rodeando sus costas amargas y sabrosas, enormes y alcanzables, frescas y sudorosas, desfigurando sus efectos en él para que se tornen más normalizados, invitando al aire para que le atraviese, al aire que poco o nada le hace ni deshace porque él es como un saco que sólo tiene basura salvo que la basura le sirve.

Ya está. Ya está afuera. Una neblina espesa le rodea majestuosa y perversa, siempre. Siempre que sale hay neblina, pero jamás nadie se ha dado cuenta. Camina sigiloso, temiéndose por el temor ajeno que le deberían tener, pero reconfortado por estar semioculto, porque de otro modo no podría ser… Inesperadamente sonríe. Disfruta de su naturaleza en ese mundo cuando nadie está cerca. ¡Que nadie se acerque! Todo su ser repele y atrae al mismo tiempo. La calle está poco concurrida, son las once de la noche. Le miran con deseo, pero nadie se atreve a aproximarse. Esa hermosa contradicción le otorga una posición intocable y respetada en el barrio. Él no infunde miedo como un rufián o un jefe mafioso para ser obedecido, él innatamente produce ese efecto, y más vale, o sino todos estarían acabados. ¡Acabados! O en el mejor de los casos, locos… sobre todo porque había olvidado sus lentes de sol. Su memoria, pésima, era la causa de la mayoría de sus desgracias. Ahora debía recordar no levantar la mirada ni por un instante.

Una mujer lo vio caminar hacia una cuadra poco concurrida. Él había pasado casi a su lado, partiendo su camino en dos, de la misma forma en que se le partió el pulso tranquilo que albergaba en ese momento su pecho femenino y de golpe se había vuelto un aplauso excitado. Ella se quedó mirándolo hasta que se fue. Nunca antes un hombre le había provocado tal asombro mágico y tenebroso al mismo tiempo. Estaba vestido de negro y gris, y parte de su vestuario se perdía con la neblina de esa mañana, neblina que a la vez se esfumaba entre los edificios que la atravesaban sedientos.

¡Por fin encuentra un lugar asqueroso! Es decir, desierto. Su supuesto corazón late emocionado… Él no le hace caso, no le afecta esa sensación. Sólo sabe que está en el lugar correcto, sólo sabe que eso significa lo que su corazón le intenta decir. Absorbe el agua… La huele, y el olor, humanamente percibiendo, es fuerte, denso y repugnante. Esa valiosa agua estancada es más nutritiva para él que las últimas que había encontrado. No está ansioso, está agotado, pero… ¿por qué? Cuando fue al médico no sólo quiso decirle que el agua contaminada ya no le hacía NADA, en el sentido de no haberle enfermado. Sino más bien… que ya no le hacía tanto, como antes, ya no le emocionaba ni le parecía nutrir como cuando era más joven, y eso era lo más preocupante. Pero… ¿qué podría saber un doctor humano al respecto? Él había sido tan inocente, a sus cuarenta años humanos, que había cometido un error imperdonable. Siempre supo que estaría solo, pero no pudo comprender completamente lo que significaba estar solo y además, sin esperanza. Sin esperanza de ser comprendido y sin esperanza de entenderse a sí mismo, jamás.

Estaba por llenar su tanque cuando escuchó un grito largo y exasperante, que en otras palabras era una cortadura profunda en la carne viva más tierna, producida por una hoja finísima de papel. Miró sin voltearse, hacia atrás, como sólo él podía hacerlo, y observó, entre las preciosas tinieblas del basural, una agitación de cuerpos que resultaba espeluznante. El elemento uno se trataba de un hombre armado, el elemento dos era una mujer debajo de él. La acción, la repetitiva acción del hombre, la tortura sin descanso que punzaba el hombre en ella era forzarla a entregar su cuerpo, golpeando a su cuerpo mientras pedía caricias, sacudiéndolo mientras le pedía que no sacudiera al suyo, pero sin embargo sí que se sacudiera en él. Incoherencias humanas, pensó Rafael. El grito largo empezó una vez más, sin terminar, sin terminar… Rafael se prendió. Su neblina se desvaneció de golpe. Él no hizo caso. Se volteó esta vez. Miró al hombre con sus supuestos ojos humanos y por más que el hombre miraba a la mujer y Rafael se encontraba a diez metros de él en medio de la oscuridad y a su costado, de pronto al hombre se le apareció una imagen de esa mirada de terror, y gritó al instante… Gritó como si él fuera sorpresivamente el violado, ensordeciéndose a sí mismo, mientras la mujer nada oía de su boca abierta como un pozo.

Ella, después de haber estado llorando por un rato, sola con su cuerpo, se levantó fuerte, pero con claros efectos en sus movimientos de haber sido lastimada. Rafael no pudo irse y ella lo miró. No, todavía más: lo reconoció. Él  aún no sabe cómo la miró, pero la mujer sonrió y algo desconocido la alumbró poderosamente, una energía le electrificó el encantador cabello inerte y sus piernas se entusiasmaron como las alas de un picaflor, volaron casi diez metros con pura alegría racionalmente incomprensible, y ante él (cuya mente humana y no humana se quedó en blanco), ella no pudo atajar ofrecerle un ansioso beso que, si bien fue tentadoramente cautivador de inicio a fin, no le permitió dar un último respiro de bienestar mirando a los ojos a ese ser irresistible, y sólo pudo suspirar con intenso placer mientras aún tenía tapada la vista, hasta que se desmayó… y cuando cayó, ya estaba muerta.

La rigidez flaqueba. Pero estaba, como debía ser, tiesa, sin aliento y sin color, incluso con menos color que la habitual opacidad cincelada por la noche en un retrato humano. La observó sin evadir las sombras que tenebrosamente carcomían su rostro. Casi la veía flotar sobre el asfalto encarchado de bacterias, hongos, virus y otras entidades  que afortunadamente son aún desconocidas. Rafael no lograba irse. Un cadáver era poético, se podría decir, intentando traducir sus sensaciones al percibirlo de una manera inexplicable, pero ya no debía permitir que pasara aquello ninguna vez más. Si algo de humano tenía, era una sensiblidad extrema que le asaltaba hiriente cuando asesinaba. Algo le provocaba dolor desde el cerebro, un dolor llamado tristeza… O quizás ni eso era. No tenía sentido para él ser quien, deseándolo o no, decidiera la defunción de alguien. Poco o ningún sentido tenía acabar una vida y después no poder hacer nada con ella, más que observar cómo todo conocimiento, recuerdo, pasión, emoción, sueño, miedo y lo demás, desaparecía por completo con el deceso, sin ningún rastro en el cerebro más que algunas huellas despreciables de lo que fue o experimentó. Esos  hermosos impulsos caían a la nada y él no soportaba el extravío de tan valiosas informaciones que nadie podría registrar jamás, más que él, como memorias ajenas que se le aparecían constantemente, sin causa convincente ni cognoscible.

Un auto que pasó cruzando lentamente desde la otra cuadra alumbró el rostro de la mujer… Él la vio con los ojos cerrados como tapas herméticas de plástico, y con la boca relajada, aún carnosa por el beso. La quiso ver hasta el final. La luz del auto desapareció paulatinamente y los párpados de ella se desprendieron de golpe. Él temía estar controlando los movimientos de la muerta con su mente, como solía ocurrir a veces sin sentido cuando se ponía a imaginar cosas, sin embargo, los ojos de la mujer se mantuvieron abiertos aunque Rafael intentó cerrarlos de nuevo. “¿Mmm?… – se percató repentinamente de las manos de ella apretando sus piernas- ¡Noooo! No puede ser… ¡Deberías estar muerta!

INICIO DE ACTIVIDADES DE CAPACITACIÓN 2011

EN LA SOCIEDAD PARAGUAYA DE PSICOLOGÍA

Sábado 30 de abril

10:00 hs

«ENFOQUE HOLÍSTICO, GESTÁLTICO Y EXISTENCIAL DE LAS ENFERMEDADES»

Lic. Clara Bozzano

Psicóloga y Terapéuta Gestáltica

Docente Universitaria

Local de la SPPs

Organiza: Comité Científico yAcadémico

INVERSIÓN

  • Estudiantes: 30.000 Gs.
  • Socios al día: 30.000 Gs.
  • Otros profesionales: 50.000 Gs.

PLAZAS LIMITADAS

INSCRIPCIONES E INFORMES AL TEL: 492261, spps@click.com.py

SE RESERVARÁN LAS PLAZAS PREVIO PAGO DE INSCRIPCIÓN (A EXCEPCIÓN DE LA GENTE DEL INTERIOR

VIDEO DE BÁRBARA POTTHAS

Extracto de la Conferencia «La Mujer en la Historia del Paraguay»  (19 minutos) dictada en el 2009 en el Instituto Cultural Paraguayo Alemán de la Ciudad de Asunción.

~ por Editorial Ombligo del Mundo en 23 abril 2011.

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